OFRECIDO POR EMAIL METER DESDE MADRID
1246 palabras. 6 minutos de lectura. 2 fuentes.
El más multilateralista de entre nuestros lectores concederá que una cumbre hemisférica a la que no acuden los jefes de Estado de México, Brasil y EEUU —los tres colosos americanos— nace muerta. Para sorpresa de nadie, el mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no se presentó a la IX Cumbre de las Américas celebrada en Los Ángeles y concluida ayer.
No obstante el desplante de AMLO, en El Americanista hemos de ser fieles a nuestra línea realista y dudar del internacionalismo «cumbrista» y de sus declaraciones típicamente anodinas sin enforcement mechanism alguno. El hecho es que el entregable más sustancial de la Cumbre fue una declaración sobre migración pero faltaron los líderes de México, El Salvador, Guatemala y Honduras, que no se especializan en la exportación de sosa caústica precisamente.
Si acaso, tienen más valor los encuentros bilaterales estado-estado o inversionista-estado que se dan en petit comité en los márgenes de las cimas, con intercambio de WhatsApps entre asesores, apartados del pleno y de las cámaras.
De cualquier manera, los políticos, esos seres que viven inmersos en una campaña electoral constante, no salen a las cumbres para ofrecer soluciones a acuciantes problemas globales sino a traer titulares de vuelta a casa. A continuación, nos ponemos en los zapatos de personajes y personajillos americanos e interiorizamos su análisis costo-beneficio a la hora de volar a Los Ángeles —o quedarse en casa— y de esa cuestión de Estado que es decidir a qué líder perseguir por el pasillo por una foto.
AMLO, México. Troceese como «Las Américas», «Latinoamérica» o «Iberoamérica»; articúlese mediante la OEA, CELAC o Cumbre Iberoamericana; lo cierto es que a Andrés Manuel le vale gorro lo que yace al norte de Chihuahua y al sur de Chiapas, empleando la criolla expresión. Hace buena la anécdota de aquel diplomático mexicano que tuvo que ir a la España de Felipe González a descubrir qué era eso a lo que se llamaba «Latinoamérica». Por su dimensión, México es naturalmente ombliguista. Es evidente que no le hace falta ir a una cumbre para hablar con su vecino y tratar agravios legítimos como el tráfico de armas rampante norte-sur.
En cambio, se suben por las paredes de la Secretaría de Relaciones sus cuadros más tecnocráticos —al menos quienes no dimitieron con la llegada de AMLO— tras décadas intentando salvaguardar la posición de México como puente entre la región y el Coloso del Norte, pugnando con Brasil.
Ausentándose, AMLO aplaca a sus partidarios más radicales y nostálgicos de aquella travesía que emprendiera el Granma allá por 1956, zarpando desde aguas de Veracruz repleto de guerrilleros y desembarcando en las costas orientales de Cuba.
«AMLO no va: solidaridad con los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, excluidos de la Cumbre por EEUU»: algo así debió de titular La Jornada el lunes. Quedaron encargados los señores editores de que la decisión de no ir a la Cumbre fuera cosa de principios, y no cuestión de que el mundo de AMLO empieza y termina en su terruño tabasqueño.
A AMLO no le interesa cuestionar la hegemonía de EEUU en el hemisferio como se atreviera Hugo Chávez, sino alcanzar la suya propia en México. Su partido Morena se hizo con 4/6 gubernaturas en juego el pasado domingo y se perfila a gobernar 20 de 32 entidades del país. Ganó Tamaulipas, con sus 19/50 aduanas del país if you know what I mean. También Quinta Roo, cuna de Cancún, donde se cumplió de manera más perfecta eso de que Morena es el nuevo PRI. De hecho, ganó el estado usando la maquinaria del PRI, y estos últimos casi pierden su registro electoral.
Bolsonaro, Brasil. Finalmente, sí asistió a la Cumbre el presidente brasileño Jair Bolsonaro, si bien lo hizo a cambio de un encuentro y una fotografía con Biden.
Camino a las elecciones presidenciales de octubre, en las cuales se enfrentará al expresidente Lula, Bolsonaro busca homologarse de cara al votante mediano y garantizarse el voto antipetista con un perfil más digerible. Desde EEUU, anunció la aprobación de la hoja de ruta para la adhesión de Brasil a la OCDE.
Boric, Chile. El joven presidente chileno es el favorito del progresismo hemisférico y por tanto de los cuadros más jóvenes entre las élites de política exterior washingtonianas, con extensos vasos comunicantes al ala izquierda del Partido Demócrata. Al final del día, todos comparten lecturas y referentes culturales.
Boric sí hubiera invitado a Cuba, Venezuela y Nicaragua para «decírselo en la cara», lo de sus presos políticos, se lució en entrevista con Telemundo, desde Los Ángeles. Algo inasumible políticamente para Joe Biden, con un ojo en las elecciones de medio mandato y otro en la Florida.
Hubo buena sintonía entre los dos demócratas de izquierda. Ahora bien, una cosa es una charla amistosa con el razonable Boric y otra ese harakiri en Santiago que es la constituyente chilena, que no controla ni Boric ni nadie. Algo debe de haber llegado a oídos de Biden, veterano de la Guerra Fría, y haberlo preocupado por un instante.
Duque, Colombia. El presidente Iván Duque está amortizado, pero no podía faltar. La tradicional alianza entre Washington y Bogotá trasciende el ciclo político. Colombia es la única nación sudamericana donde EEUU aún pesa más que China en términos comerciales (además de albergar 8 instalaciones militares gringas).
A EEUU le es, posiblemente por impotencia ante el poderío comercial chino, más o menos indiferente lo que yace al sur de la cuenca amazónica. La Doctrina Monroe se ha contraído; Colombia y Ecuador son hoy apéndices Gran Caribe, el sector de Latinoamérica donde aún es indiscutible la primacía de EEUU frente a China.
Pichai, Google. Durante la Cumbre, el CEO de la tecnológica californiana, Sundar Pichai, anunció inversiones por $1.200M en Latam en los siguientes 5 años. ¿Relaciones públicas? En parte.
Desde luego, Google acaparó titulares en un momento sensible para Washington tras una deslucida Cumbre. Podrá vendérselos al regulador en Washington a la hora de tratar asuntos asimétricos. $250M no cambiarán de manos: son en créditos publicitarios. Otros tantos millones irán destinados a ONG que tengan el visto bueno de los comisarios en su plantilla.
También se lanzará el cable submarino más largo del mundo el próximo año —nombrado Firminia en honor a la abolicionista brasileña Maria Firmina dos Reis—. Conectará Norteamérica con Sudamérica por el Atlántico; saldrá de EEUU y tendrá paradas en Brasil y Argentina (ambos Major non-NATO Allies). El mundo de los bits existe en un mundo de átomos.
En perspectiva. «Mientras EEUU estaba enfocado en Afganistán y otras partes de Oriente Medio, un Estado fallido se desarrollaba en su misma frontera sur, con implicaciones mucho más profundas para el futuro inmediato y lejano de EEUU, su sociedad y su poder que cualquier cosa ocurriendo a medio mundo de distancia ¿Qué hemos conseguido en Oriente Medio con todas nuestras intervenciones desde 1980? ¿Por qué no arreglar México en vez? ¿De qué manera podríamos haber prosperado de haber invertido todo ese dinero, conocimiento e innovación que fueron a Irak y Afganistán en México?», The Revenge of Geography, Robert D. Kaplan (2009).
«La verdad es que no han invertido. Desde el gobierno del presidente Trump se ofrecieron los $4.000M y hasta ahora no han aprobado en el Congreso nada, en cinco años. Y entiendo las circunstancias y todo, pero en muy pocos días los legisladores aprobaron $35.000M para la entrega y envío de armas a Ucrania. No es reproche, ojalá se entienda», AMLO en una mañanera a finales de mayo de 2022.
SEBASTIÁN GENNARI | MIAMI
913 palabras. 5 minutos de lectura. 15 fuentes.
Las poltronas. Se aproximan las elecciones de medio mandato. En EEUU es un fenómeno frecuente que, tras dos años en el poder, los mandatarios se queden sin mayoría legislativa, ocasionando el estancamiento de su gestión. Hasta las próximas presidenciales, donde el titular del cargo suele triunfar, se legisla poco y a duras penas se sacan los presupuestos.
El presidente Biden enfrenta una situación considerablemente peor. Según un sondeo de la Universidad Quinnipiac, cuenta con una tasa de aprobación del 33%, es decir, 1% menos que Trump en su peor momento. También se resienten los tradicionales feudos demócratas: entre los hispanos, Biden se lleva un 24%; entre los jóvenes, 21%. Su mejor nota —48%— se la conceden los votantes negros.
En cuanto al Congreso, la práctica totalidad de los sondeos sugieren que los republicanos se harán con la mayoría legislativa en noviembre. Es improbable que los demócratas puedan remediar la situación en los cinco meses restantes.
Los candidatos. En números anteriores hemos tratado la figura de Peter Thiel, magnate tecnológico y mecenas del nuevo conservadurismo. En anticipación de las elecciones, Thiel ha destinado millones a campañas republicanas, en ocasiones fletando candidatos propios. Erik Finman, un aliado aficionado a las criptomonedas, ha hecho lo propio, donando $20M a candidatos conservadores.
La gran promesa es J. D. Vance, candidato al Senado por Ohio, estado del cinturón de óxido. Vance es capitalista de riesgo y abogado egresado de Yale, pero se lanza al plató como un candidato populista capaz de defender los intereses de la clase trabajadora blanca; su libro, Hillbilly Elegy, critica la decadencia de los Apalaches y justifica la posterior giro conservador de la región. Su carácter rancio es indisputable: defiende la Segunda Enmienda, pero aboga en pro de vedar la pornografía, a la cual atribuye el descenso en la natalidad.
Blake Masters, de postulados netamente nacionalistas, es precandidato al Senado por Arizona. Su perfil es similar al de Vance: es treintañero, capitalista de riesgo de la Fundación Thiel y abogado egresado de Stanford. Su visión del Partido Republicano resultará novedosa al electorado, pues habla de crear un movimiento «a favor de la familia y del trabajador», consignas desconocidas para un partido que hasta hace poco era adalid de la Corporate America. Masters no se doblega: habla de sostener un hogar con un único salario. Aún no se ha asegurado la candidatura republicana. Trump, paladín de la transformación republicana, se resiste a darle el visto bueno por miedo a perjudicar su campaña.
Es noticia. Durante la semana se ha dado el novísimo capítulo de la pantomima postrumpiana. En Míchigan, el FBI ha detenido a Ryan Kelley, precandidato republicano a la gubernatura del estado. Se le acusa de varios delitos de menor cuantía, todos ellos vinculados a los eventos del 6 de enero de 2021, cuando manifestantes trumpistas irrumpieron en el Capitolio estadounidense.
Kelley, conservador acérrimo, ha cuestionado la validez de las presidenciales de 2020, cuyo escrutinio tiene por eminentemente enviciado y opaco; considera, además, que someter los resultados a una «auditoría forense» es una necesidad apremiante. El candidato se ha opuesto a las restricciones restricciones pandémicas y ha pedido el prendimiento de Gretchen Whitmer, la actual gobernadora demócrata.
La Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, aún insiste en tildar los sucesos de «insurrección» e intentona golpista; es por esto que ha constituido un comité selecto para investigar a los acusados, sobre todo al expresidente Trump. Los republicanos, en tanto, se avergüenzan del asalto al capitolio, que no les ha traído sino disgustos y desavenencias.
El balance. En Washington escasea lo que ellos llaman self-awareness (autoconsciencia) o sentido de Estado. Biden y Trump, unidos por su avanzada edad, coinciden en su capacidad de azuzar el odio africano del bando opuesto. Como Trump, Biden pronto descubrirá la impotencia de encontrarse con un Congreso hostil y, al paso que vamos, la ignominia de no ser reelegido.
¡Cuán bajo han caído los gurús de la institucionalidad! En EEUU no la ha habido desde enero de 2021 o quizá desde la elección de Trump. Hoy por hoy, es una «casa dividida contra sí misma», por citar a Lincoln. El pasado mes vimos cómo la revista Politico filtraba la decisión de la Suprema Corte de anular el dictamen del caso Roe contra Wade. Más allá de los festejos de unos y sollozos de otros, quedó claro que había muerto aquel legalismo yanqui, famoso por su sacralización de la Constitución. Se han quedado, pues, sin su mos maiorum.
¿Guerra cultural > economía? Quien acierte a tomar el pulso al electorado y su orden de prioridades se llevará la palma en las midterms.
Los republicanos, liderados por el gobernador de Florida, Ron DeSantis, se muestran ansiosos por empezar a restringir el aborto y la mención de la homosexualidad en las aulas, mientras que los demócratas apuestan por coartar el acceso a las armas, si bien son notorias ciertas discrepancias internas.
Se manifiestan los defensores del aborto. Se manifiestan los padres que buscan desterrar la perspectiva de género y la teoría crítica de la raza. A nadie se le escapa que se trata de una guerra cultural, por más que nos disguste ese mote tan dado al insulso cliché.
Pero ¿y qué del dinero? Bill Clinton lo tenía claro: It’s the economy, stupid! A pesar de las recientes masacres, la inflación y los tétricos pronósticos económicos bien podrían seguir siendo la principal preocupación del electorado yanqui. En momentos de escasez real, no se puede mantener una visión exclusivamente culturalista y posmaterial de la política.
SEBASTIÁN GENNARI | MIAMI
535 palabras. 3 minutos de lectura. 8 fuentes.
Un servidor imagina que en la Casa Blanca no paran de tocar la Orestíada, de Manrique de Lara. La Reserva Federal se yergue con mano dura, pronosticando subidas de tipos y destrucción de la demanda, por emplear el eufemismo de los economistas.
Esta semana, ante la consternación del oficialismo, se publicaron los datos del índice de precios al consumo (CPI, por sus siglas en inglés). En Washington guardaban la esperanza de que la inflación hubiese tocado techo, pero no fue así: los precios subieron un 8,6% en mayo, o 6% si se excluyen los combustibles y alimentos.
Presumimos que la Fed subirá la tasa de interés en reacción al «obstinado» proceso inflacionario. De cumplirse este pronóstico, el tipo de referencia llegará a 3% antes de cerrar el año. No debería extrañarnos: el Banco Central Europeo habla de subir tipos tanto en julio como en septiembre.
Ucrania es el único comodín. La guerra no ha causado la debacle en las economías mundiales, pero sí ha aumentado su intensidad; de abolirse las sanciones, se aliviaría en parte la crisis energética. Sin embargo, es un sinsentido tratar este tema: EEUU no puede claudicar ante Rusia; la humillación sería políticamente inaceptable, máxime en un año electoral.
Ecos regionales. Hace dos semanas hablábamos —por enésima vez, agrego— de la escasez de refinerías en LATAM. Esto es peccata minuta vista desde la mayoría de repúblicas del Gran Caribe, que importan casi el doble de lo que exportan. República Dominicana, por ejemplo, importa $17.600M, pero sólo exporta $11.000M; El Salvador, patria de Bukele, importa $10.300M y exporta $5.310M. Si el dólar sigue apreciándose y las commodities siguen encareciéndose, estos países no podrán permitirse semejantes déficits en cuenta corriente.
La mayoría de países latinoamericanos se aferran a la estabilidad y protegen el valor de sus divisas. Otros, como Costa Rica, no han podido: el colón es, tras el peso argentino, la moneda más devaluada de la región. Casi todos los bancos centrales latinoamericanos coinciden en ser más papistas que el papa, imitando los subidones de la Fed, pero de forma más extrema. El Banco de México, por ejemplo, ya suma ocho aumentos consecutivos. Este mes lo volverá a hacer, elevando la tasa de interés en un 0,75%.
LATAM se enfrenta a lo que Zoltan Poszar, ejecutivo de Credit Suisse, denomina Bretton Woods III. La política monetaria ha cobrado muchísimo peso en las últimas décadas, pero ahora vuelve la «economía real», limitada no por el dinero, sino por la oferta de insumos y materias primas y la capacidad de llevarlos a mercados occidentales. Según Poszar, triunfarán los exportadores de commodities.
Como hemos visto, la posición de LATAM es incierta: acostumbramos a verla como un colectivo de potencias exportadoras, pero esta no es la tendencia general de la región e incluso sus colosos encaran desafíos estructurales. LATAM, alejada del foco geopolítico, goza de abundantes minerales y tierras fértiles —«propongo organizar continentalmente la producción de alimentos», dijo el presidente argentino Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas— pero esto no basta ante la inoperancia regional.
No ha corregido sus malos hábitos, que son, a saber, la sobredependencia de las remesas, el saqueo de los entes estatales y la inatención a la producción de bienes acabados.
Felipe Galvis – Head of Growth & Operations @ R2 Capital
Reciba el boletín semanal íntegramente en su bandeja de entrada:
>500 suscriptores. >50% tasa de apertura. <0.5% tasa de baja.
Bienvenido/a, americanista. Hemos confirmado su dirección de correo electrónico. Recibirá el boletín cada fin de semana en su buzón.