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JORGE LUIS DE LEÓN KOSTKO | MADRID
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¿Por qué importa? De cara a las presidenciales de 2022 en Brasil, el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva «Lula» se posiciona como el candidato del business as usual ante inversionistas extranjeros. Se presenta como el pragmático capaz de encauzar el crecimiento de Brasil desde el centro y recuperar la estabilidad que el capital añora. En casa, dentro del entramado estatal, tampoco le faltan aliados. (Arriba, la embajada de España en Brasilia)
Los «dos Lulas». Olavo de Carvalho –el intelectual público de cabecera de los Bolsonaro– alguna vez habló de la existencia de «dos Lulas». Por un lado, el Lula del Foro de São Paulo, el sindicalista, el amigo de Chávez y Ortega. Por el otro, el Lula internacional, la creación del publicista Duda Mendonça: el socialdemócrata, el carismático, el moderado.
Es claro que el éxito de Lula, más fuera que dentro, se debe a un interesantísimo equilibrio entre ambas caras. Ha sabido articularse como una referencia para la izquierda dentro de América Latina, pero también como un cómodo socio comercial para aquellos al otro lado del océano.
Es noticia. Dos años después de su salida de prisión, Lula ha decidido regresar, con pie fuerte, al ejecutivo nacional. Lula no ha podido quedarse quieto. En Europa, el éxito de la gira de Lula hace un par de semanas sugiere que las turbias causas por las que fue encarcelado hace no mucho tiempo han pasado a segundo plano. Poco más que cálidas se hicieron mostrar las reuniones con el Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, el vicecanciller alemán, Olaf Scholz y el presidente francés Emmanuel Macron para tratar, suponemos, el futuro de Brasil y América Latina.
Ya en nuestro ámbito, en Madrid, mantuvo conversaciones con el alto empresariado español. Llama particularmente la atención la reunión que sostuvo con el alto empresariado español en un hotel madrileño. El encuentro fue orquestado por la patronal española –la CEOE– y, aunque algunas empresas niegan su presencia en el encuentro o sencillamente, no responden, otras, como Naturgy, la confirman.
Una gran apuesta del Ibex. A partir de la década de los 90, las empresas españolas se hicieron multinacionales proyectándose hacia Latam. Es el caso del Ibex 35: el colectivo de las 35 mayores empresas de España por capitalización bursátil. Brasil, junto a México, han copado la inversión.
A pesar de que el ritmo de inversión española en Brasil se desaceleró con la llegada del nuevo milenio, quizás nadie haya sabido jugar tan bien con el «segundo Lula» como el empresariado español. Según la Secretaría de Estado de Comercio Exterior de España, el stock de inversión español asciende a 48.000 millones de euros, lo que sitúa a España como el segundo inversor extranjero. El posicionamiento del empresariado español, por tanto, sirve como termómetro para el resto de inversionistas.
Telecos, energéticas y bancos. En 2010, Telefónica adquirió, de Portugal Telecom, la empresa más grande de telecomunicaciones de Brasil: Vivo. Un par de meses después, los directivos de la empresa española fueron recibidos personalmente por Lula en Planalto. Hace menos de un mes, Telefónica se comprometió a desembolsar más de 2.500 millones de euros dado el resultado de la subasta 5G brasileña y mantiene más de 95 millones de accesos en Brasil y una participación en el mercado del 33%.
La filial de Iberdrola, Neoenergia, ha debutado con éxito en la Bolsa de São Paulo hace algunos meses después de adquirir la Companhia Energética de Brasilia —vale la pena recordar que la empresa española sostiene estrechas y antiguas relaciones con Lula—. Repsol, a pesar de haber quedado muy atrás en las subastas de Petrobras hace un par de semanas, y haber vendido el 40% de Repsol Brasil a la china Sinopec, sigue teniendo huella en Brasil.
Santander reportó en Brasil un aumento del 29% de sus beneficios con respecto al año anterior y es la filial más importante del grupo. Es de sobra conocido que Santander y BBVA se mueven en bolsa al ritmo de lo que ocurra en Brasil y México (y Turquía) respectivamente.
Surcando el deep state. Más allá de la pompa y gloria con la que se le recibe en Europa, Lula tiene múltiples —y soterradas— conexiones con el establishment más profundo del Estado brasileño. Lula tiene amigos en grandes editoriales, el empresariado brasileño, sindicalistas, alcaldes, gobernadores, académicos y 11 mandatarios pertenecientes al Foro de São Paulo. El enramado es denso.
El Supremo Tribunal Federal de Brasilia, el más alto órgano judicial del país, lo absolvió el pasado mayo para que pudiese lanzar su candidatura. De los diez miembros del tribunal, cuatro fueron nombrados por Lula personalmente, dos por su sucesora, Dilma Rousseff y uno por su predecesor, Fernando Henrique Cardoso.
Hasta la llegada de Bolsonaro, la prensa brasileña mantenía una línea editorial bastante armoniosa con el Poder Ejecutivo, que coincide con jugosas pautas publicitarias pagadas por la administración federal, que el presidente recortó al punto de llevar a canales de televisión, periódicos y emisoras de radio a una situación financiera crítica o al cierre técnico. La Red Globo, la segunda cadena de televisión más grande del mundo, un tanto enemistada con Lula en un principio, deberá acercársele, porque encontró en Bolsonaro su peor enemigo: le ha amenazado con no renovarle la concesión y le recortó la financiación desde el Estado en un 60%.
Política exterior. Uno de los ejes de Lula, como declaró hace unos días en una entrevista a la Radio Nacional Española, es llevar a Brasil, de nuevo, a ser un país no alineado de todas todas: «Yo quiero tener importantes relaciones con China, con la India, con Rusia, con Sudáfrica, con el resto de América Latina y el Oriente Medio».
Para bien o mal, en cuanto a «no alineamiento», Bolsonaro parte con ventaja. Ante la constante negativa del mundo democrático-liberal a acercarse a él, ha decidido volver la cara a actores alternativos. Lo que quiere Lula lo ha logrado ya Bolsonaro. La onceava cumbre de BRICS, celebrada en el Itamaraty –base de la diplomacia brasileña– acercó muchísimo al ejecutivo brasileño con cada uno de sus miembros. Es clara la importante relación comercial que ha consolidado Bolsonaro con China. Como hemos explicado antes, el empresariado chino sabe jugarle a las liberalizaciones. Pero no es sólo eso, más de la mitad de la soja que llega a China, por ejemplo, proviene de Brasil.
Por otro lado, el presidente ruso Vladimir Putin ha expresado calurosas palabras de admiración por Bolsonaro —«Usted demostró las mejores cualidades masculinas y de determinación»— y lo ha invitado esta semana a Moscú. En estos días Bolsonaro ha terminado una exitosa gira por Oriente Medio, visitando los EAU, Bahréin y Qatar. Las relaciones con India también han resultado fructíferas.
Si a Lula lo prefieren liberales y socialdemócratas europeos, Bolsonaro tiene sus valedores. Con la salida de Trump, Bolsonaro es ahora el eje central de la nueva derecha. Orbán se ha reunido con él. Bannon –otrora eminencia gris de Trump– nombró a su hijo Eduardo Bolsonaro líder de The Movement en Iberoamérica. Los Bolsonaro sostienen relaciones con Vox y reciben a diputados de la AfD. Al excapitán Jair Bolsonaro también lo acompañan sectores del ejército brasileño.
Suflé de centroderecha. El juez al que se atribuye la responsabilidad por la Operação Lava Jato, Sergio Moro, fue Ministro de Justicia de Bolsonaro y ahora busca lanzarse a la Presidencia con una propuesta de derecha, desajustando el panorama Lula - Bolsonaro que se perfilaba para las próximas presidenciales. A pesar de que el New York Times apuesta por Lula y se alinea con los que ponen en duda la imparcialidad de Moro, su apoyo sería de hasta el 17%.
Pero la tercera vía que propone el exministro no convence al Centrão –un bloque «fisiológico» de 230 legisladores, que hace y deshace presidencias a cambio de cargos federales, ministeriales y partidas presupuestarias–. El bloque se alinea de nuevo con Bolsonaro, y hace días auspició ataques feroces de Bolsonaro a Moro. Moro la tiene difícil para sacar a Brasil de la polarización en torno a Lula y Bolsonaro, aunque el juez acabe uniendo fuerzas con perfiles centroderechistas como João Doria, gobernador de São Paulo o Eduardo Leite, gobernador de Río Grande do Sul.
Montar un elefante. Retorne Lula, aguante Bolsonaro, o aguante la consistencia del suflé de Moro y compañía, centralizar el poder en Brasil sobre una institución o sobre una persona resulta harto difícil; ya sea por su federalismo político, su dimensión continental, por su diversidad demográfica y geográfica, por bloques como el Centrão o los jueces, que gobiernan la nación con la laberíntica constitución en mano. Los mercados no ven esta difusión del poder con malos ojos.
Brasil acapara 1/3 del PIB de Latam; sumado a México, ambos gigantes produjeron alrededor del 55% de los bienes y servicios de la región en 2019. Semejantes magnitudes no le son ajenas a los inversionistas. ¿Long gigantes ingobernables, short tecnocracias de la Alianza del Pacífico?, titulábamos en junio. El capital fluía desde tecnocracias de tamaño medio –supuestamente bien gestionadas– a megademocracias, políticamente incontrolables desde un único punto en el cuerpo social. Dicho de otro modo, México y Brasil serían mucho más grandes que AMLO y Bolsonaro o Lula. Las seculares tendencias vivas en ambas naciones sobrevivirán a las élites de turno en el poder.
Por su peso económico y por su tamaño, por la fricción idiomática, y por el caparazón regulatorio que cierra su economía, Brasil –amago constante de superpotencia– puede permitirse sobrevivir de espaldas al resto de Latam. Y el capital se lo perdona: pocas naciones pueden apoyarse en un mercado doméstico de 210M de consumidores.
SEBASTIÁN GENNARI Y JUAN BOSCO R. | MIAMI Y MADRID
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Los capitanes de industria rara vez se limitan, pues, a la industria. Incontables son las mediocridades —ya en la política, ya en la filantropía interesada— que han surgido de este estrato, pero incontables también son los magnates como Schliemann, quien, habiendo hecho fortuna, se lanzó a la búsqueda de Troya y dijo haber contemplado el rostro de Agamenón. A Peter Thiel no lo compararemos a Schliemann, porque en El Americanista solemos preferir la mordacidad a la zalamería, pero tampoco le negaremos sus vítores.
Thiel –más conocido en el mundo anglosajón– cofundó PayPal junto con Elon Musk. También fue uno de los primeros inversores de Facebook, y más recientemente ha impulsado Palantir, una empresa de análisis de big data que contrata con gobiernos y grandes corporaciones. Hace poco acaparó titulares por llevar al límite el tax code yanqui y acumular la escandalosa cifra de $5,000M en su Roth IRA: una cuenta individual de jubilación típicamente empleada por trabajadores con ingresos bajos y medios; se pagan impuestos al depositar fondos en la cuenta, para retirarlos tax-free más adelante en la vida.
Mucho menos conocida es su actividad política –si acaso se sabe que es un libertario con fogonazos Trumpistas–. Mas esta tiene un impacto desproporcionado sobre el futuro político de EEUU, y difícilmente puede desligarse de su actividad empresarial.
El primer Thiel. Nacido en Fráncfort y radicado desde temprana edad en EEUU, Thiel ha sido siempre un transeúnte. Luego de su primera estadía en EEUU, su familia se estableció por algún tiempo en Sudáfrica y África del Sudoeste, donde su padre, Klaus, se desempeñaba como ingeniero químico en las minas de uranio.
Los Thiel posteriormente regresarían a EEUU, concretamente a California. Peter estudió filosofía y derecho en Stanford, donde además de forjar un vínculo cercano al polímata francés, y otrora catedrático, René Girard, se interesó por el activismo político, fundando el Stanford Review, una revista estudiantil que desvelaba sus posturas conservadoras y libertarias. La revista de Thiel, que es homosexual, llegó a publicar artículos criticando la «fobia a la homofobia».
Culminada su titulación, ejerció la carrera de Derecho, primero de asistente jurídico al juez de apelaciones James Edmondson, conservador sureño, y luego como abogado en derecho bursátil para Sullivan & Cromwell, un excelso despacho neoyorquino. Poco dado a los trámites monótonos, no cumplió siquiera el año en Sullivan, prefiriendo incursionar en finanzas e irse a Credit Suisse a ejercer de trader.
Estando en Credit Suisse, no se olvidó de sus trifulcas estudiantiles, publicando junto a David Sacks, compañero del Stanford Review, el libro The Diversity Myth, donde vilipendia el multiculturalismo, sobre todo por sus efectos, nefastos a su juicio, sobre las universidades. Incluso hoy se ve obligado a disculparse esporádicamente sobre la forma y falta de tacto en sus escritos, pero se rehúsa a retractarse contundentemente.
Monopolios. Pasados unos cuatro años, Thiel abandonó la banca y regresó a California, su tierra que mana leche y miel. Era 1996, seguía inflándose la burbuja puntocom y Thiel montó un fondo de cobertura para invertir en el sector tecnológico.
No tardaría en fundar Confinity, startup creadora de PayPal, y toparse con x.com, el banco en línea de Elon Musk, mejor conocido por sus epopeyas cósmicas y coches Tesla. Thiel dixit: «La competencia es para los perdedores». Y, en efecto, las compañías se amalgamaron, monopolizando por algún tiempo la industria de los pagos en línea. El producto conjunto, PayPal, rindió frutos, debutó en el Nasdaq y posteriormente fue vendido a eBay por $1.500M.
Enseguida invirtió en Facebook, por aquel entonces un mero embrión, pues con $500.000 adquirió un 10,2% de la compañía. También montó el Founders Fund para adentrarse en el mundo del capital riesgo, por lo que podríamos decir que, para él, tanto la competencia como la falta de riesgo son para los perdedores.
«Los estadounidenses mitifican la competencia como lo único que nos aparta de las filas del hambre socialistas. En realidad, el capitalismo y la competencia son opuestos. La premisa del capitalismo es la acumulación de capital, pero bajo la competencia perfecta los beneficios se evaporan. La lección para los emprendedores está clara: si quieres crear y capturar valor a largo plazo, no construyas un negocio de commodities indiferenciadas», escribió en una tribuna del WSJ.
Es noticia. Hace un mes, la vertiente política de Thiel lo llevó hasta Orlando, a la 2ª National Conservatism Conference, donde pronunció el discurso inaugural. No es exactamente el Disney derechista. La conferencia reúne a una élite política alternativa que se postula para liderar el espacio de derecha en EEUU. La élite la componen una vanguardia intelectual y cuadros Republicanos. Para entender el momento conservador hay que hacer algo de historia intelectual: a la élite se la ha denominado «posliberal», ya que deja atrás el «fusionismo» entre liberalismo económico y conservadurismo social, que ha dominado la derecha en EEUU desde que se promulgara en la revista National Review de William F. Buckley en los años 50.
Hasta ahora –hasta 2016 más o menos– el «fusionismo» estaba arraigado hasta el punto de convencer a propios y extraños de que la alianza entre el fundamentalismo de mercado y el conservadurismo es algo natural. Tomando la suficiente distancia, su coincidencia resulta un accidente histórico: a fin de cuentas, la «destrucción creativa» inherente a la producción capitalista bien puede destruir el orden social –valor supremo en el imaginario conservador– y «todo lo sólido desvanecer en el aire».
La conferencia no se trata de una caterva trasnochada ni del capricho de un oligarca. Su organizador, Yoram Hazony, es un israelí teórico del nacionalismo. Asistió Ayaan Hirsi —famosísima activista antiislámica somalí y exdiputada holandesa—. En el itinerario de oradores detectamos, además del escepticismo en cuanto a China —ya habitual en EEUU—, odas al universalismo católico, a los derechos laborales y a la «internacional nacionalista». Por lo demás, se criticó a la Corporate America, aquel antiguo bastión de la derecha americana fusionista, y la teoría crítica de la raza.
Sin ser auspiciada por el Partido Republicano, la conferencia contó con la presencia de tres senadores (e incluso presidenciables) conservadores: Marco Rubio, Ted Cruz y Josh Hawley. Cerró la conferencia J. D. Vance, candidato al senado por Ohio, con un discurso titulado «Las universidades son el enemigo». Thiel fue aun menos diplomático. Lamentando los estragos de la globalización, dijo: «Vemos el nacionalismo como un correctivo ante el Estado mundial homogeneizador que padece de muerte cerebral».
Entre líneas. Thiel ha financiado a los senadores Cruz y Hawley en el pasado, y ahora hace lo propio con el candidato Vance, que en el pasado fue su empleado y recibió inversión de Thiel en su fondo. Blake Masters, quien postula al senado por Arizona, purple state con el senado cuello con cuello entre Republicanos y Demócratas, es nada menos que COO de Thiel Capital. Además, Masters es coautor junto a Thiel de Zero to One: Notes on Startups, or How to Build the Future. De hecho, el libro es un compendio de notas que tomó Masters, como alumno de Stanford, donde Thiel impartió una clase en 2012.
¿Qué hace un futurista tecnolibertario apoyando plataformas nacionalpopulistas, con las prácticas monopolistas del big tech en su punto de mira? Quizás sean contradicciones propias de la genialidad. Thiel tendrá sus convicciones, como todos. Es mecenas de su verdad; faltaría más.
Mas, sin abandonar su lógica de capitalista de riesgo, también está claro que Thiel apuesta fuerte por una élite política alternativa: como es el caso en cualquier fondo de Venture Capital, sólo ha de salirle bien una de diez apuestas políticas en cartera para «pagar toda la fiesta». Es decir, que una de ellas le brinde acceso a los circuitos washingtonianos. Thiel ya hizo valer su acceso a Trump en el consejo de administración de Facebook.
Contratar liberalmente con el estado. Hasta ahora, los proyectos de Thiel habían sido muy transparentes. La utilidad de PayPal era clara: donde antes las compras en línea eran susceptibles al fraude y al impago, ahora estarían resguardadas con un intercambio inmediato. Thiel debía penetrar en sectores más arcanos y codearse con los círculos más nebulosos del Estado, y así nació Palantir, cuyo nombre hace referencia a las piedras videntes del Señor de los Anillos.
Grosso modo, Palantir vende software para el análisis de macrodatos; más allá de esta aseveración, se torna difícil distinguir sus capacidades reales de las fantasías, o no, de sus comunicados. Sus negocios están rodeados por el misterio, y no cabe la mayor duda de que este es adrede; detrás del misterio estarán la vanidad y el deseo de inflar la capitalización bursátil, por no mencionar las pautas marcadas por los gobiernos y grandes firmas suplidas por Palantir.
Sea como fuere, Palantir es enormemente dependiente de sus contratos con agencias gubernamentales estadounidenses. En 2020 ingresó $1.930M en ventas, de los cuales $610M son atribuibles al Gobierno yanqui.
Condottiero. Thiel cultiva un aura enigmática. En «The Straussian Moment», el ensayo que escribió en respuesta al 11-S, delata su predilección por las lecturas esotéricas dentro de textos públicos; habla, además, de su preocupación por el estancamiento de Occidente, aunque no deja clara su finalidad. Nada de esto ha de sorprendernos: hablamos del hombre que, siendo magnate tecnológico (es decir, perteneciente a uno de los círculos más demócratas de EEUU), se atrevió a apoyar a Trump y proclamó su orgullo homosexual ante la convención republicana, agregando que las identidades particulares no deberían restar atención a los problemas generales, es decir, al declive secular.
En el radar. Como futurista, Thiel arguye que las finanzas juegan un papel mucho más importante en la sociedad si el futuro es indefinido. En un futuro definido, el dinero es un medio para un fin específico; por ejemplo la vida eterna, la exploración espacial o construir el mayor grupo de medios en el ámbito hispano. En un futuro indefinido, el dinero es capacidad pura de elegir, y esas elecciones nunca acaban de realizarse ni de concretarse en planes a largo plazo. En un mundo donde los propósitos específicos se tornan demasiado peligrosos para el orden social, las finanzas pueden convertirse en el único game in town. Mover capital de aquí para allá –legiones de notarios, abogados y consultores de por medio–.
En este futuro, alguien construye una empresa exitosa y la vende: sin saber qué hacer con el dinero, se lo da a un banco. El banco no sabe qué hacer con él, y se lo da a una cartera de inversores institucionales. Estos se lo dan de vuelta al inversor original, y así ad eternum.
MARCOS SUÁREZ SIPMANN | RIBADESELLA
2049 palabras. 10 minutos de lectura. 14 fuentes.
Tras examinar a Taiwán en el boletín n.º31, abrimos una serie sobre la influencia de potencias medias en Latam que, sin ser los usual suspects, han tomado posiciones notables en la región. Turquía, que hoy nos ocupa, cuenta con empresarios de primer orden, con su peso demográfico –84M de habitantes y edad media de 32 años–, abundantes vínculos con su diáspora, y soft power en torno a su industria de entretenimiento, que arrasa en Latam de manera semejante al Hallyu –la ola surcoreana del k-pop y otros productos culturales–.
Es noticia. El jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, visitó Ankara para la VII Cumbre Turco-Española con el presidente Recep Tayyip Erdoğan.
Se trató del anuncio del lanzamiento de la OPA del BBVA para hacerse con el 100% del capital de Garanti, principal entidad privada turca y filial del grupo español. El gran factor de crecimiento es el cliente joven. La operación pretende generar beneficios al tiempo que aprovechar la bajada de la lira.
Como aliados colaboran en la OTAN cuya próxima cumbre se celebrará en España en junio. La española Navantia ha terminado este año un pequeño portaviones turco con el objetivo de construir uno mayor. Hay en proyecto un submarino. Mención aparte merecen los drones: los aviones no tripulados turcos son, a la vez, efectivos y de bajo coste.
Se ha pasado de una balanza comercial por valor de $7.700M en 2010, a un máximo histórico de $14.725M en 2019. Objetivo: $20.000M. Hay más de 600 empresas españolas implantadas en Turquía.
Buenos amigos. A diferencia de otros socios comunitarios, en España tanto el gobierno como la oposición apoyan la – cada vez más improbable – adhesión de Turquía a la UE como política de Estado. Más allá de esto Madrid pone freno a París que apoya al PKK, organización considerada terrorista en Ankara que EEUU declara hoy como aliada en Siria. España no formó parte de la declaración sobre el caso Kavala firmada por algunos embajadores occidentales en Ankara y por el que el Consejo de Europa lanza una acción disciplinaria contra Turquía. Estos rasgos de la política exterior española llevan a aplicar el término de «verdadero amigo» a España.
Existen paralelismos en la historia reciente como el de tener desde los 50 bases estadounidenses debido a su enorme significado geoestratégico. Ambos fueron gobernados por golpes militares o dictaduras durante un tiempo. Y la lucha contra el nacionalismo kurdo del PKK, el terrorismo separatista de ETA.
Sí, pero. Aunque los dos líderes las eludieron, las diferencias existen. Solo un ejemplo: la lacra de la violencia a la mujer. Cuestión en la que Erdoğan muestra una actitud «muy sensible» basándose en el concepto de la familia. Retiró a su país de la convención de Estambul de protección a la mujer en verano: el islamismo criticaba que «el acuerdo promovía la homosexualidad».
Sánchez, autoproclamado paladín en la lucha por los derechos de la mujer, no dudó en cortar a una periodista de RNE por sus incómodas preguntas a Erdoğan.
El fisgón histórico. Las esferas de influencia religiosa, lingüística y cultural de Madrid y Ankara no se superponen geográficamente. Esto facilita una asociación estratégica permitiendo a los dos abrirse a las esferas de influencia del otro. España a la recién establecida Organización de los Estados Túrquicos. Turquía a los países latinoamericanos a los que concede gran importancia.
Ya en 1513 el almirante y cartógrafo otomano, Piri Reis, dibujó un enigmático mapa que muestra lo que parecen ser las costas de América y la Antártida, antes de que estas fueran exploradas. Un icono nacional para Turquía, sigue siendo objeto de debate si es el mapa más antiguo de América.
Las relaciones datan de la segunda mitad del siglo XIX. Entre 1860 y el final de la Gran Guerra hubo diversas olas migratorias desde el Imperio Otomano a Latam. A aquellos emigrantes, en su mayoría árabes, se les llamó «Los Turcos» al venir con pasaporte otomano. Después de la contienda y el derrumbe otomano la migración fue masiva. En 1926, Chile fue el primer país de la región en reconocer a la joven República fundada por Mustafa Kemal Atatürk. A partir de los 40 creció el número de embajadas. Las relaciones languidecieron hasta que en los 90 se produjo la primera visita oficial de un jefe de Estado turco. Argentina, Brasil y Chile recibieron a Süleyman Demirel.
Con la llegada al poder en 2003 de la formación socialconservadora y tendencia islamodemócrata, Partido Justica y Desarrollo (AKP), la política exterior experimenta un multilateralismo más allá de los aliados tradicionales.
Notoriedad. Durante los últimos 20 años, en línea con esa transformación, Turquía viene desarrollando una activa política de apertura. El «Plan de Acción para América Latina y el Caribe» se implementó con la participación de Embajadores y representantes de los sectores público y privado entrando en vigor en 1998. El Plan fue revisado en 2006 declarado como el «Año de América Latina y el Caribe» en Turquía.
Ankara cuenta con 16 embajadas en América Latina y el Caribe. Mediante ellas y a través de la Agencia de Cooperación y Coordinación Turca (TİKA), se posiciona como potencia humanitaria con el apoyo mostrado tanto en diferentes desastres naturales como la actual lucha contra la pandemia. En aplicación de la diplomacia pública pretende darse un mayor apoyo a las comunidades musulmanas en la región a través de la Dirección de Asuntos Religiosos de Turquía (DIYANET).
La ofensiva diplomática de Ankara estrecha los lazos políticos, económicos y culturales y ha llevado a Erdoğan a Cuba, México y Colombia en 2015 y a Chile, Perú y Ecuador en 2016. En 2018 estuvo en Argentina para la cumbre del G20 con una visita relámpago a Paraguay.
Complementariedad. La mayor parte de las importaciones turcas son materias primas y recursos naturales: cobre, combustibles, minerales y petróleo (Brasil y Argentina también exportan maquinaria). Sus exportaciones, bienes manufacturados de tecnología media: repuestos automotrices y motores, hierro y acero, maquinaria pesada y material para reactores nucleares, frutas y comestibles, textiles y fibras sintéticas.
Brasil y México son considerados socios estratégicos. Existe un Tratado de Libre Comercio con Chile desde 2011. Negociaciones para un TLC con Ecuador, Colombia, México y Perú están «en marcha». Guatemala está interesada en negociar un Acuerdo de Alcance Parcial (AAP). Otro objetivo es concertar TLC con las organizaciones Alianza del Pacífico, Caricom y Mercosur. Desde 1998 Turquía tiene el status de miembro observador de la OEA.
Turkish Airlines gracias a sus acuerdos con Avianca aspira a convertir Colombia en su hub en Latinoamérica para los pasajeros procedentes de Oriente Medio y Asia.
En el caso de Venezuela y como mostró la visita de Maduro en 2018, el régimen ha encontrado en Turquía un polémico apoyo para la apertura de su comercio y economía. Las buenas relaciones con Ankara son toda una válvula de oxígeno para Caracas, y confieren a Turquía un papel desproporcionado en el hemisferio.
La empresa turca Ingeniería y Comercio de Tecnologías de Defensa (STM) exhibe sus plataformas navales militares y sistemas de mini aeronaves no tripuladas tácticas (UAV) en la feria Expodefensa 2021 –una de las ferias de la industria de defensa más importantes de Latinoamérica y el Caribe– celebrada esta semana en Bogotá.
Mercado emergente y volátil. El reciente desplome de la lira turca, cayendo más de un 15% frente al dólar, se produjo tras defender Erdoğan una política económica poco ortodoxa calificada por los economistas de «insensata» e «irracional». Lo achacó a «otro complot extranjero», comparándolo con el sospechoso intento de golpe de Estado de 2016 que no logró sacarlo del poder. Con la intervención del Banco Central en el mercado de divisas, la lira se ha apreciado un 10% cambiándose el dólar por 12,4 liras.
La economía creció un 7,4% durante este tercer trimestre, según datos publicados esta semana por el Instituto Estadístico Turco (TÜIK), confirmando un crecimiento del PIB, impulsado por el consumo interno y las exportaciones. Turquía fue una de las escasas economías que creció el año pasado, un 1,75%.
Sin embargo, el mandatario antepone las empresas a las personas en sus esfuerzos por salir de la crisis. El aumento de la inflación –el 19,9%, extraoficialmente y en la percepción popular, más del doble– empieza a ahogar a sectores sociales antes considerados inmunes.
No hay riesgo de «contagio directo» para Latinoamérica mas conviene estar atentos. La crisis actual es, con variaciones menores, la continuidad de la iniciada en 2018, acentuada por las acciones políticas y económicas del régimen de Erdoğan. Cada vez más autoritario durante su actual presidencia (desde 2014), ya echó a 3 presidentes del Banco Central y en lo que va de 2021 ordenó recortar en 4 puntos la tasa de interés (de 19 al 15% anual). En plena crisis dimite el ministro de Finanzas por rechazar la estrategia monetaria de Erdogan y su contínua intervención en el trabajo del Banco Central. La caída de la lira provoca un fuerte descontento entre los militares.
Boom de las teleseries. La política exterior ha superado el obstáculo de la distancia geográfica incrementando la diplomacia cultural y el soft power. Turquía es uno de los casos más representativos. «Atraer y no imponer» es un principio prioritario en América Latina. Tanto más si se tiene en cuenta la acumulación de referentes negativos: las protestas de Gezi en 2013, persecución de mujeres activistas, represión ejercida en contra del pueblo kurdo, etc. Sin olvidar que las industrias creativas y culturales producen cuantiosas ganancias.
La Corporación Turca de Radio y Televisión (TRT) juega un papel central para la difusión masiva de teleseries (dizi), películas y música a través de canales y plataformas de streaming. Kanal D Drama, propiedad de Kanal D International Networks, se lanzó en 2018 como resultado de una alianza estratégica entre Thema América y Kanal D International. Gestiona y distribuye la señal en idioma español en EEUU y América Latina y debido al rotundo éxito, ahora también en España.
La intención del Ejecutivo turco es mejorar la imagen de su país presentándolo como una nación desarrollada, moderna, aunque fiel a sus tradiciones, y democrática. La censura es severa y no es buena admiten los actores, «pero hay que cumplir».
La televisión ha sido plataforma fundamental para comenzar a generar una imagen positiva. Las teleseries turcas han dado a conocer una sociedad musulmana no árabe y la rica historia y cultura del país. Han batido récords de audiencia en Argentina, Chile, Paraguay y Perú desplazando a Colombia y México en el liderazgo del sector.
Entre los dizi más exitosos en América Latina se cuentan «Las mil y una noches», «El sultán» o «¿Qué culpa tiene Fatmagül?». Una película o dizi involucra la industria musical, de la moda, de artes escénicas, de software, de publicidad... Promocionar lo popular puede llevar al establecimiento de institutos culturales a medio plazo. Un interés ya presente es el académico en el que destacan las becas de estudio ofrecidas por el Gobierno de Turquía a través de Türkiye Burslari (YTB).
La santificación del trabajo y sus variantes. Ha de citarse al clérigo Fethullah Gülen, antiguo aliado de Erdoğan que hoy le acusa de propiciar el fallido golpe de Estado de 2016. EEUU sigue ignorando la petición de extradición.
El gülenismo o «Hizmet» (servicio) cuenta con millones de seguidores en el mundo. De igual modo en América Latina. La influencia del gülenismo se ha extendido gracias a una red de prestigiosas escuelas privadas de primaria y secundaria. El movimiento defiende una sociedad civil, libre mercado, diálogo entre religiones y el valor del trabajo para ser un buen musulmán. Se compara su ideología a la del Opus Dei o el calvinismo.
En el radar. Según El Economista, Latam estaría por devolver la visita a los turcos:
«La compañía de compraventa de autos usados Kavak adquirió a la empresa turca de este ramo Garaj Sepeti para comenzar a operar en el país europeo, con miras al mercado asiático. Con esta adquisición, Kavak expande sus fronteras fuera de América Latina, donde ya trabaja en México, Argentina, Brasil y se espera que próximamente en Chile. Kavak se convirtió en septiembre de 2020 en la primera startup mexicana en alcanzar la clasificación de unicornio, con una valuación de más de $1,000M. Menos de un año después...la compañía se convirtió en la segunda startup más valiosa de América Latina, después del neobanco brasileño Nubank, con una valuación de $8,700M»
Revista de prensa
NORTEAMÉRICA
WSJ: López Obrador corteja a los militares mexicanos, por Mary O'Grady | «Un decreto establece el desarrollo de grandes partes de la economía mexicana como pertinente a la "seguridad nacional"»
GRAN CARIBE
Americas Quarterly: [Honduras] Victoria histórica de Castro ¿Qué ocurre ahora? | «El esposo de Castro y expresidente Manuel Zelaya podría ser una espina clavada en su costado si intenta ser el verdadero poder tras el trono. Zelaya, con ideas más a la izquierda que Vasto, permanece una figura divisiva, tras ser desbancado de la presidencia en 2009 cuando pretendía reforma la constitución para su reelección inmediata (algo que Hernández si consiguió en 2017)»
CONO SUR
Rest of World: Por qué la elección presidencial chilena podría decidirse en...Alabama | «La campaña 100% digital de Franco Parisi redefine el significado de candidatarse en Chile»
Felipe Galvis – Head of Growth & Operations @ R2 Capital
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